El Incierto Futuro de la Sabiduría en la Era de la IA
- German Ramirez
- 28 ago
- 2 Min. de lectura

Vivimos en una era en la cual la inteligencia artificial promete resolver nuestros problemas más difíciles. Usada desde el diagnóstico de enfermedades hasta la escritura de código de programación, la IA ha demostrado ser rápida, eficiente y persuasiva. Pero en este devenir veloz por adoptar la inteligencia artificial subyace un riesgo que pocos están dispuestos a reconocer: la erosión silenciosa de la sabiduría.
La sabiduría no es solo información o velocidad. Es el arte lento y difícil de ejercer buen juicio y actuar con buen criterio. Se trata obrar equilibrando la ética con el contexto, valorando las consecuencias de largo plazo. Por muy avanzadas que sean, las máquinas no pueden reflexionar ni sopesar el peso moral de las decisiones. Cuando delegamos en exceso a la IA, corremos el riesgo de perder los mismos hábitos de reflexión y discernimiento que posibilitan la sabiduría.
De manera alarmante, vemos que esto ya está sucediendo. La gente confía tanto en el GPS que su sentido de la orientación se desvanece. Los motores de búsqueda nos han hecho recordar dónde encontrar respuestas en lugar de las respuestas en sí. Con la IA generativa que ahora produce textos e imágenes persuasivos, incluso nuestro control de la realidad-- la posibilidad de distinguir lo que es auténtico-- se debilita. El peligro no es que la IA tome repentinamente el control, sino que nos olvidemos el cómo hacer cuestiones básicas.
La paradoja no podría ser más evidente: buscamos que la IA nos ayude, pero al apoyarnos demasiado en ella, podemos crear un problema peor e irresoluble: la pérdida de la capacidad humana para pensar sabiamente por sí misma.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Simplemente, debemos tratar la IA como una herramienta y no como una muleta. La educación debe persistir en inculcar pensamiento crítico en un mundo saturado de IA. Por una parte, los legisladores deben frenar la frenética carrera para implementar nuevos sistemas, exigiendo responsabilidad y seguridad. Y nosotros como individuos debemos practicar la disciplina de no ceder siempre frente a la máquina, ejerciendo con vigor los hábitos de juicio, paciencia y previsión.
A la sabiduría no la va a preservar la tecnología; la preservaremos nosotros. La pregunta, entonces, es si tendremos el coraje de dar un paso atrás, reflexionar y actuar antes de que sea demasiado tarde.




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